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Cecilia Podestá / El Rincón del Diablo - poesía

Canción de amor de María

 

(de Oraciones, canciones y maldiciones de mujeres impuras)

 



Los hombres que me amaron saben de la facilidad que tengo

para destruir una mañana.

 


Saben que duermo con la boca abierta

Despidiendo hasta la última luz que intenté robar de sus cuerpos

Y que poco obtuve.

 

 

Los hombres que me amaron saben como es el hilo mi llanto

y el terco caer de mi baba

lo escucharon al dejarme

y algunas veces y como una maldición

quizá los descubre intentando la nostalgia vana

y pueden volver a oírlo como una canción errante

y volver a amarme y dejarme

con la misma facilidad con la que abren los ojos

para convertirme en una pieza frágil en su memoria.

 

 

ellos saben que regreso a las viejas ciudades que destruimos juntos

buscando el dolor que dejaron como cosas viejas

para que alguna vez se hallen con sorpresa

en nuestra vieja fabula

mudada a un poema tan absurdo como este.

 

 

 

Y saben tanto y tan poco de mi risa

también de las promesas de mi boca

de mi danza obscena y desesperada

de las construcciones edificadas sobre sus frágiles espaldas

y de los proyectos imposibles

convertidos en hermosos laberintos

entre los que fui perdiendo la razón

y perdiéndome yo

sin atarme al hilo que desprendía de sus ropas

y que podía conducirme a la salida.

 

 

Ellos saben que mis ojos no ocultan mi destino

y que he buscado inútilmente el amor en cada uno de sus cuerpos

como si fueran cajas cerradas conteniendo la molicie

de mis construcciones

o el absoluto amor ofrecido a alguien cuyos ojos eran calmos

(distintos a los míos)

alguien que guardaba en su pecho un corazón verdadero

y que no latía terco, amargo y desesperado.

 

 

Tuvieron la seguridad desde la primera vez que me desearon,

que me tendrían

que los amaría sin detenerme a pesar del rechazo

y que serían una intensa fábula

condenada desde su inicio a convertirse en tristeza solamente.

yo supe que jamás me elegirían,

siempre tuve la absoluta certeza de que los recordaría

y escribiría sobre ellos sintiéndome sabia, sola y loca

sentada sobre una silla de patas vacilantes

y arrojándolos

junto a sus nombres

al abismo escrito que toma ya de sus formas.

 

 

Y es que nunca mintieron

porque cada vez que los tuve,

cada vez que los amé deseando el cielo y gritando,

cada vez que dormí como una presa mansa,

tan desprevenida de sus ojos,

abrazada

y exhausta por ellos,

cada vez que los vi tan desnudos

con la vaga luz jugando a hacer sombras sobre sus cuerpos,

cada vez...

 

cada vez supe que me dejarían porque siempre pudieron oler mi cabeza.

 

 

mi cabello nunca cubrió por completo la locura que presintieron

y que nos envolvía como una neblina nauseabunda

que salía de la carne fermentada de mi cabeza

e invadía y detenía el amor como si imantara las agujas de un reloj.

 

 

Mi cuerpo nunca escondió o apresó por completo el animal insano

Y cruelmente sincero

que habita dentro y lo invade

y que habla conmigo como si estuviera vivo.

mis ojos jamás tuvieron el pudor de ocultar mi sentencia.

Y a pesar de eso,

ellos, los hombres que me amaron

dirían que soy una mujer intensa

pero la verdad es que hoy he tenido la certeza de mi locura

en el deseo de cortar mi cabeza adormecida,

o dormir al animal insano de mi cuerpo

para no saber de la sentencia que se lee en mis ojos

sin pudor alguno.

Y es que ya no soy una mujer intensa

Y esos, los hombres que nombro son sólo otra fábula

de los que tocaron mi luz como a una flama

y quemaron sus dedos

desterrándome fugazmente de sus extraños reinos

y haciendo de mí

la carne vencida que se incendia

o el humo que se escribe alrededor de la ceniza

y que es la ceniza sino el presagio de mis ojos en el espejo:

y que son mis ojos sino mi destino escrito y la sentencia:

y cual es la sentencia de esta mujer que escribe sobre el amor

como un cansado error que se reitera sino la inevitable soledad .

 

y donde están ahora los que me desterraron

porque tuvieron miedo de mi locura y de mi amor

sino escondidos en estas líneas vanas

conservados como viejas canciones

y es que este no es otra cosa que un poema que destruye con facilidad otra mañana

y recibe conmigo el rechazo del que va en busca de un corazón puro.

 

 


(Oraciones, canciones y maldiciones de mujeres impuras probablemente no será publicado jamás al igual que muchas de las cosas que escribo. Es un texto en el que pretendí recoger voces de mujeres locas y pecaminosas. Esta: María, no cometió homicidio como las otras, incesto o adulterio sino que terminó haciendo una simple canción sin tonada alguna)

 

© Cecilia Podestá

Poema extraído de su blog:

http://murodecarne.blogspot.com/

 

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